Victoria Ocampo, Madrid, 1967

Cecilia Cavanagh
Directora del Pabellón de las Bellas Artes - UCA

Victoria Ocampo fue una mujer de acción, hizo cosas, trabajó en circunstancias de su momento y aun de su entorno con mas incomprensión que con acompañamiento; era el resultado de su espíritu abierto a un futuro que apenas se asomaba, y que ella con un refinamiento cultural de excepción y lúcida inteligencia, percibió – o tal vez intuyó, anticipándose a su tiempo.

Me ha parecido del mayor interés, para aproximarme a su atrayente personalidad, recordar párrafos de una conferencia que pronunció hace cuarenta años en Madrid, publicada en la Revista de Occidente, fundada por su buen amigo, José Ortega y Gasset.
Decía ella, “Hace treinta y dos años que visité Madrid por última vez. Esta ausencia, quiero que lo sepan ustedes, no responde a un olvido. No es indiferencia.” Es claro que a Victoria Ocampo nada le era indiferente en ese mundo del conocimiento, el pensamiento libre, la aceleración de un proceso de búsqueda de convivencia, y la aproximación de los distintos caminos que se insinuaban.

Después de recordar a los argentinos del siglo XIX, sin hacer excepción, por razón de ideas o de tendencias políticas, decía: “Aquellos hombres y aquellas mujeres han dado al país todo lo que eran capaces de dar. Han vivido su hora. A nosotros nos toca vivir la nuestra. Sus costumbres, sus ideas, sus prejuicios, sus tabúes no son ya los nuestros. Tenemos otro repertorio de costumbres, de ideas, de prejuicios, de tabúes, aunque nos halague pretender que nos hemos liberado de ellos sin reemplazarlos.”...“Yo solo sé que habré seguido, …. su manera de querer a un país que necesita, hoy mas que ayer, tal vez, una suma enorme de amor desinteresado.” No puedo dejar de señalar que esto lo dijo Victoria hace cuarenta años, pero parece que hubiera sido dicho ayer por la tarde.

No soy la primera que subraya lo que Victoria hizo por hacer conocer en el mundo el perfil de su pueblo; a través de su revista, sin duda, pero con el enlace marcadamente fructífero que logró con las personalidades más sobresalientes de su tiempo. A la vista de esa obra, la podemos calificar como una eficaz embajadora de la Argentina. Acuerdo, entendimiento, convivencia, y como se dice ahora, comprensión y solidaridad con “el otro”, sentimientos que tanto conviene subrayar.

Victoria señalaba, “En el dominio literario, Sur puso, por encima de todo, la calidad del escritor, cualesquiera fuesen sus tendencias.” “… sí sé que Sur ha tratado no solo de introducir en América del Sur durante sus treinta y cinco años de vida lo mejor de las Letras mundiales; ha intentado recorrer el camino a la inversa, es decir, llevar lo nuestro al extranjero. Ha servido de puente entre Europa y nuestros escritores. Con perseverancia de mula ha contribuido a hacer conocer lo que se destacaba en la Argentina. Esto no sin muchas dificultades. Recuerdo aun la indiferencia con que me escucharon los directores de una de las mejores revistas literarias norteamericanas cuando les hablé de Borges, y les aconsejé que lo hicieran traducir. De esto hace la friolera de treinta años. Y el Borges de entonces valía tanto como el de ahora, tan elogiado.”

De esta conferencia surge, claramente, la universalidad de Victoria frente a las distintas filosofías, religiones, culturas, orientaciones políticas y de toda la variable intelectual que en ese momento se percibía, en un mundo que sufría los traumas de sistemas políticos deshumanizados, que a ella no podía menos que conmoverla.

Es tan rica y atractiva la mujer que estamos evocando, que por eso al principio de estas líneas dije que iba a tomar párrafos de una conferencia donde ella misma transmite con admirable espontaneidad su atrayente perfil humano. Conferencia que tuvo en su momento escasa difusión. Victoria Ocampo siempre será protagonista en una Feria del Libro; motivo de recordación de quien hizo a través de Sur un vehículo de la libertad, de la imaginación creativa y del progreso cultural de Argentina.
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