Tres sonetos

Roberto Ledesma


LA MIRADA DESNUDA

Si la gacela de ojos de gacela
se asoma y mira con temblores de hoja,
sientes, en un ahogo de congoja,
que la gacela mira y no recela.

Hay, en esa mirada que no vela,
algo que te lastima y que te enoja;
algo en esa mirada te sonroja
y, como te sonroja, te rebela.

Mirando esa mirada desvelada,
halla la vida demasiado cruda,
hasta la luz encuentra demasiada.

Porque en esa mirada que no escuda,
en esa desnudez de la mirada,
se ve que la gacela está desnuda.


LO QUE YO ABANDONÉ

Alguien que, sin tomarse recompensas,
va recogiendo todo lo que pierdo,
en cada día, sombra fiel, a expensas
de la esperanza me agrandó el recuerdo.

Encantador después me trocó en oro
lo que yo abandoné por acabado,
y al fin, guardián me cuida este tesoro,
este tesoro de lo que ha pasado.

Riqueza que le tengo rescatada
a la muerte y al tiempo y al olvido,
fortuna hecha con lo ya perdido,

más abundante cuanto más menguada,
no me veré bastante enriquecido
hasta saber que no me queda nada.


VENDRÁ LA OTRA

La noche es una hermana de la Muerte,
que los pesados párpados me baja;
sopla mi mente, demasiado fuerte,
y me arroja una sombra, una mortaja.

Al cuerpo educa en el estarse inerte
que conviene al tamaño de la caja,
y el alma, que no deja que despierte,
en su ciencia de olvido se aventaja.

Y una vez, como estaba decidido,
hasta este lecho en que he dormido tanto
vendrá la otra, con el mismo olvido,

y cegará también, pila de llanto,
los ojos que hace mucho han aprendido
a cerrarse sin lágrimas ni espanto.

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