Revolución

Cuento de Slavomir Mrosek

 

En mi cuarto la cama estaba aquí, el ropero allí, y en el centro estaba la mesa. Un día esta disposición me aburrió. Coloqué la cama allí y el ropero aquí.

Durante algún tiempo sentí la corriente vivificante de la novedad. Pero después de cierto tiempo… volvió el aburrimiento.

Llegué a la conclusión de que la fuente de mi aburrimiento era la mesa, o, mejor dicho, su incambiada ubicación céntrica en mi cuarto.

Coloqué la mesa allí y la cama en el centro. De manera no conformista.

La novedad me animó nuevamente y mientras duró, yo estaba reconciliado con la incomodidad que me ocasionaba esta no conformidad. Ahora no podía dormir más con la cara vuelta a la pared, mi posición favorita en la cama.

Después de cierto tiempo la novedad dejó de ser novedad y sólo quedó la incomodidad. Entonces coloqué la cama aquí y el ropero en el centro. Esta vez el cambio fue radical. Porque el ropero en el centro del cuarto es más que una no conformidad. Es la vanguardia.

Pero después de cierto tiempo… ¡Oh, este «cierto tiempo» fue breve!, el ropero colocado en el centro del cuarto no me parecía más ni insólito ni novedoso.

Comprendí que era necesario romper el esquema, tomar una decisión fundamental. Si en una estructura definida no es posible introducir cambios verdaderos, entonces hay que salir completamente fuera de ella. Cuando la no conformidad no es suficiente, cuando la vanguardia no funciona, es necesario hacer una revolución.

Decidí entonces dormir dentro del ropero. Quien haya probado dormir dentro de un ropero sabe que esta incomodidad no sólo no permite conciliar el sueño, sino que provoca hormigueo y dolor en la columna vertebral.

Sí, esta fue una decisión justa. Éxito, victoria total. Pues esta vez ni pudo el «cierto tiempo». Después de cierto tiempo no sólo no me acostumbré al cambio, o sea que el cambio quedó como cambio, sino que además sentía este cambio cada vez más intensamente porque el dolor aumentaba con el correr de los días.

Todo hubiera sido perfecto si no fuera por mi resistencia física, que resultó limitada. Cierta noche no aguanté más. Salí del ropero y me acosté sobre la cama. Dormí tres noches y tres días. Después coloqué el ropero cerca de la pared y la mesa en el centro, ya que el ropero en el centro me molestaba.

Ahora de nuevo la cama está aquí, el ropero allí y la mesa en el centro. Cuando me invade el aburrimiento, entonces recuerdo aquellos tiempos en que fui un revolucionario.

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