Árbol

Por María Elena Walsh

 

Me duele en la sombra transparente
que cielos pastorales derramaban.
La soledad hería el horizonte
para extenderse más ilimitada.

Huyó mi voz de todos sus espejos
y renaciendo en floración atávica
dijo con el lenguaje del silencio
lo que decir no pueden las palabras.

Un ritmo vertical buscó mi sangre,
su calidad de lastimada savia,
mientras como una firme enredadera
la tierra a mi dolor se encadenaba.

En ferviente espiral se desvelaron
mis manos en sazón, mis manos ávidas,
y al encontrar el límite del viento
frustráronse implorantes como ramas.

Encendida de cantos fue mi sombra,
herida en un incendio de bonanza.
Conoció la dulzura de la tierra
y la inmovilidad de la distancia.

Desde la linde diáfana del aire
multiplicados cielos me reclaman.
Y mi desolación arborecida
busca alcanzarles un montón de llamas.

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