"Aquel cisne de Baudelaire" de Marizell Estonllo

Por Beatriz Sharfer Peña

Aquel cisne de Baudelaire” se llama este nuevo libro de Marizell Estonllo.
Apenas lo abrimos y a modo de introducción, la autora nos anticipa el simbolismo de ese título que también y a modo de homenaje a mi entender, nos evoca al gran poeta francés que supo transgredir, en su época, la estructura del decir poético. Ya transpuesto ese umbral y a medida que nos vamos introduciendo en la lectura, se percibe en algo así como una exaltación de la mirada hacia lo primigenio que nos remite, también a la infancia. Es como si su poesía estuviese hecha del recuerdo y así nos dice:
“-Siempre hay una voz que se pierde en el alma.“ y también: “La infancia, un color como preludio de penumbras/ o un territorio minado por el vino de la evocación”.
Sabemos que cuando se apela a la artificiosidad se pierde el candor y cuando se pierde el candor la Poesía pierde parte de sus atributos. También sabemos que el discurso poético obliga a profundizar en los más ocultos secretos del animus. Y claro que es un riesgo si se quiere acceder a esa profundidad  del mensaje al que obliga, no solamente la metáfora, la imagen y la palabra en sí, sino también aquello precisamente vedado a la propia voz porque, desde ella misma, es imposible la traducción del ánimo: algunas veces celebrante y otras claudicativo; pero en este libro, ya sumergidos en la seducción del lenguaje, no solamente bien articulado sino propenso al vuelo que nos remonta al territorio de la Poesía, nos encontramos con la evocación de ese destierro del alma frente al despojamiento al que obliga el dolor frente a la pérdida: esa irrecuperable y que se hospeda en el pasado y algunas veces retorna con la rememoración y otras se oculta tras el velo del olvido que, de todos modos, siempre estará al acecho detrás de esa misteriosa cortina del subconsciente. Y entonces sucede ese misterioso milagro del poema, de esa voz que acude para dictar su discurso irrepetible y así escuchamos el decir de la autora cuando expresa en la poesía titulada “Eros”: Pasó rápido./Con su arcabuz repleto de flechas./ Y una precisa, certera,/ me hirió./ Estoy recostada sobre una de mis alas/ que sangra.”
Y desde este bellísimo poema asume la condición del ave en una realidad- naturaleza que le hace expresar la evocación de esa presencia del amor que alguna vez centró su corazón.
En este poemario de Marizell Estonllo no van a encontrar resonancias ni decadencias que orientan al acceso de la facilidad. No. Por el contrario es un libro al cual hay que acceder con el ánimo de ir develando la significación
I
// detrás del subconsciente traducida en las simbologías, lo que se dice detrás de la metáfora que, muchas veces, se detiene nada más que en lo contemplativo, y así expresa: La ventana de la tarde abrió su hoja par/la tela blanca se despliega/ ondula, armoniosa/ unida a la suave cadencia del viento. Pero más allá de la luminosidad que subyace en lo vivencial: a eso que aspira la Poesía, no existe otra palabra en la suya más que la auténtica, despojada de ese ornamento de inútiles adjetivos, ni la subrayada en los estereotipos, ni la expresión común que se pretende comprometer en la denominación de: “poesía en prosa” (y yo me digo: ¡O lo uno o lo otro!) No: Poesía es cuando se expresa, por ejemplo: “un aire suave repara esa grieta del tiempo que es la distancia…; (pág.89) Y entonces nosotros, al leerla o escucharla sentimos la evocación desde ese hamacar oculto de la música articulada en la palabra “porque la Poesía, si bien es libre siempre estará sometida a ese vaivén de la música interior del pensamiento” y por eso es difícil de abordar, porque obliga también a ese decir oculto que expresa desde las metáforas y las imágenes, reitero.
Pero volviendo al título y más allá de la nota de introducción a ese cisne elegido, vemos que el mismo aparece en varios de los poemas, no solamente en el que lo denomina expresamente sino también en aquellos en los cuales aparece transmutado en la imagen del ave o la blancura de la luna. Como por ejemplo nos dice en algunos de esos poemas: Un pájaro dentro de la arboleda/ sobre una de las ramas. / Su silueta recortada/ es una sombra que late/ en el centro. / Como el corazón de Dios. Y también la Luna, como antes mencioné, la custodia desde la figura de esa Diosa Blanca que evoca cuando nos expresa que La vida hace el amor con la verdad en la noche… y más adelante, desde el poema titulado: “Luna llena”, la poeta nos advierte: da miedo mirar una luna tan hermosa,/intimida su eterna belleza blanca…y sobre el final nos dice: luna llena/ nada que decir/ un gesto de labios entreabiertos.
A lo largo de casi toda la obra, Marizell nos habla desde sí, un yo inmediato sin desdoblamientos que la llevan a mostrar su interioridad, sus sentimientos más recónditos desde la palabra sostenida por la plasticidad de las imágenes. Es decir, su voz, salvo unos pocos poemas, la transmite desde su yo lírico, desde lo subjetivo distante de esa realidad ajena a la propia y es así como logra el acercamiento. Pero sabemos que el buceo de lo oculto en nuestra inconsciencia siempre resulta peligroso porque podemos encontrarnos con regiones insospechadas del alma donde también aparece ese recuerdo, como dije al inicio,  que creíamos sepultado para siempre, y entonces, coincidiendo con lo expresado por Santiago Sylvester en la contratapa, “el problema no es de donde viene  sino cómo ese origen abstracto se configura en palabras; cómo incorporamos un sentimiento, una idea una premonición, al mundo compartido”. Y la poeta, agrego, desde el poemario logró su cometido porque esta lectura conlleva a la recreación en el ánimo, obliga a descorrer nuestras cortinas interiores para encontrarnos con la propia realidad.
Por último y volviendo al cisne sabemos que, según la mitología, era un ave consagrada a Apolo, como dios de la música, porque se creía que el cisne cantaba antes de morir. Pitágoras dijo que el cisne se asemejaba a un alma inmortal y que su canto, antes de morir, vendría a significar la alegría de ser librada de su cuerpo mortal. Para Ovidio los cisnes estaban consagrados a Venus, por su maravillosa blancura y limpieza semejante a la diosa del deleite. La carroza de Venus muchas veces se ve tirada por cisnes y no olvidemos que Zeus también se transformó en cisne para engañar y seducir a Leda.  Y yo cierro estas breves consideraciones celebrando el nacimiento de este bello y hondo libro de Marizell Estonllo desde el cual este cisne y en contrario a lo expresado por el mito, apenas recién nacido ya nos entrega, desde la voz de la Poesía, su maravilloso canto.

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