TE QUEDAN LINDAS LAS TRENZAS: EL MUNDO DE LA INFANCIA Y LA CONTRADICCION DE LOS ADULTOS

Por Omar Ramos

Patricia Severín en Te quedan lindas las trenzas, Novela. Colección Rosa de los Vientos, año 2024. Segunda Edición. Editorial Palabrava. Santa Fe. 184 páginas. Fotografía de tapa: Ana Laura Ocampo, plasma una novela de memorias de infancia, que seguramente surgieron de disparadores autobiográficos, que, al pasar del recuerdo a la imaginación, inevitablemente se convierten en ficción.
El costumbrismo de los años 60, en un pueblo rural de la Provincia de Santa Fe, se despliega en un abanico de familiares de la protagonista Lina, una niña que crece en medio de los padres, abuelos, hermanos, tíos y primos.  La autora no ha elegido para relatar esta novela la voz de un adulto que rememora el pasado con su punto de vista. Por el contrario, la narradora es esa niña, cuyo relato se intercala con una voz en segunda persona, con registro intimista y reflexivo, como cuando le dice a la niña al morir la tía mayor. “El terror te hace gritar, y gritás tanto que llega Luisa (la abuela) y te sacude para que dejes de hacerlo”.  Una protagonista que descubre la vida bajo la directriz de los adultos, con sus conflictos, limitada comunicación y equívocos. La madre de Lina está abrumada por el cuidado de la casa y de los hijos y padece una constante frustración en su matrimonio. “Me tienen harta con eso: como soy mujer tengo que hacer todo. ¿Estos se piensan que haber nacido mujer es ser sirvienta de por vida?” Los menores no son escuchados, obedecen y a veces sufren el autoritarismo de los adultos. “Yo no quiero ir a ningún lado, pero sé que no tengo ni voz ni voto”, dice Lina. También hay secretos familiares, inconfesables para la época. “Los secretos familiares deben quedar guardados bajo innumerables llaves invisibles”. Mientras tanto, Lina observa, siente el mundo que la rodea, comienza de a poco a opinar y se aferra al amor incondicional por su muñeca Roberta.
La descripción de las tareas del campo es precisa y denota el conocimiento de la autora, como ya lo ha hecho con suficiencia en su novela La Tigra. “Lina, vos ya conoces la rutina de tu abuela: se levanta a la madrugada, mata los pollos, junta tomates, lechuga, pimientos, achicoria, espinaca. Siempre a las cinco, con el abuelo. Él trae del tambo la leche recién ordeñada y la coloca en bidones llenos hasta el tope”.
La prosa es ágil y posee una poética interna en las descripciones del campo, en su flora y en su fauna. También hay metáforas directas. “El sol es un globo naranja casi rojo”.
La estructura de Te quedan lindas las trenzas consta de tres partes: Cuando Lina visita a la abuela Luisa (Luli) en la casa del campo; a la abuela Elbia que vive en la ciudad y el viaje a las cataratas. Las curaciones que hace la abuela Luisa no sólo son un toque de color, sino que también muestran la perdurabilidad de las informales prácticas de sanación. “La Luli cura de palabra la bichadura (de humanos y animales), el mal de ojo (de humanos y animales), las quemaduras y el empacho”.  La abuela Elbia no la deja traer amigas y le imparte órdenes. “¡Andá adentro vos! Estas son conversaciones de mayores”. “Te fuiste llorando hasta tu casa, Lina, y le pediste a tu madre, le rogaste, entre hipos y mocos, que no te obligue a quedarte más tiempo en lo de Elbia”. En la tercera parte, el viaje a las cataratas, Lina contempla los inmensos saltos del agua. La belleza de esa naturaleza donde piensa que podría estar segura y nunca la encontrarían. El deseo de alejarse de ese mundo contradictorio que recibe de los adultos. Hay en el final una breve anunciación de la vida de Lina, años más tarde, en la construcción de su identidad, fluyente entre la no distancia y la lejanía de su tierra natal.  
Los dibujos infantiles que ilustran las páginas de la novela aportan calidez y afectividad a la narración. El título es de una gran originalidad y simbolismo. Las dos abuelas le quieren cortar las trenzas y la niña se resiste. Es una naciente voluntad a tomar sus propias decisiones y no aceptar porque sí la imposición de los demás.
En definitiva, esta segunda edición de Te quedan lindas las trenzas, de  Patricia Severín, es portadora de una sutil y profunda literatura, muestra como a veces las normas impartidas por los adultos tienen contradicciones y son injustas y como desde esa infancia se puede tomar conciencia de ello para encontrar en un futuro el propio deseo y el estilo de vida que conforme la identidad.     

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