SOLIDA CONSTRUCCION LITERARIA DE UNA HISTORIA DE VIDA

Por Omar Ramos

En referencia a la frase inicial de sus cuentos, Jorge Luis Borges la prefería precisa y misteriosa, con el protagonista en acción y sólo empleaba aquellas descripciones que justificaran la presencia del personaje. Cuadra perfectamente para el comienzo que utiliza la poeta, narradora y editora Patricia Severín, en su nueva novela Vivir lejos, publicada por la editorial Palabrava, colección Rosa de los Vientos, Santa Fe (2024).
Los dos primeros renglones nos introducen en un inquietante suceso. “Mi abuelo, Dalmacio Benítez, mató a mi abuela de una patada ¿Qué podía esperarse de un hombre así, que llevaba en sus carros arena teñida de sangre? ¿Qué podía esperarse del Arenero, hijo de una india con un desconocido?; preñada por algún soldado”.
Muy logrado, además, el epígrafe del inicio que dice: “Todo aquello que no se puede decir, no hay que callarlo, hay que escribirlo”. Para un escritor es más fácil decir lo que piensa a través de las palabras escritas y no de la oralidad. La literatura es el arte de expresar ideas, sentimientos, historias, imágenes, espacios, hechos, a través del lenguaje. Pero es también, una catarsis que realiza el escritor a través de sus personajes. Severín pone en boca Berta, la narradora protagonista, unas historias de vida que la comprenden a ella y a su familia. “Hablaba poco, mamá. Pero, aunque nunca contó nada, me enteré por las vecinas que a la madre de mi madre, mi otra abuela, la robó de trece años un español de apellido Solís, que se había afincado hacía mucho tiempo en tierra argentina y le hizo siete hijos”.
La novela consta de una primera parte denominada La Patagonia y una segunda El Mar. La autora construye con solidez unas memorias noveladas, ambientadas en un pueblo rural de la Argentina, en la Patagonia, en Grecia y en Holanda, en distintas décadas. Se menciona 1965, 1978, 1984, 1997 y que la abuela Silvestre cruzó el mar en 1879. La trama se entrecruza con el machismo y con la discriminación de los gringos hacia los criollos. “Le habían hecho un vacío por haberse juntado con un criollo, con Benítez”. “Siempre órdenes en la boca de papá, Usted haga esto o lo otro. ¡No le dije a usted que venga la primera vez que la llamo…! Y mamá callaba”. El autoritarismo masculino en toda su magnitud.
El costumbrismo literario es la manifestación que tuvo ese movimiento artístico a partir del siglo XIX y refleja los usos y costumbres sociales, en muchas ocasiones sin analizarlos ni interpretarlos críticamente, actitud que incumbe más al llamado realismo literario. Patricia Severin, muestra las conductas y los hábitos de la época, expone, no explica, deja que el lector saqué sus conclusiones. O son los personajes los que opinan y reflexionan. “¿Alguna vez alguien conocería mi alma? ¿Encontraría un compañero que pudiese leerla? ¿Que me llevase adónde lo merecía?”. La narradora se pregunta: “¿Quién era yo después de todo? La hija del sepulturero y de la que vendía leche y verduras, la de la orilla. Nadie me invitaba a jugar, no iba a las fiestas de quince, era transparente o peor, tan opaca tan oscura, que me daba la sensación de que me confundían con el barro. Fui a un cumpleaños, sí, donde era la única que estaba”.
?Berta deja su provincia, joven y con sus hijas pequeñas, se traslada a la Patagonia, siempre en la búsqueda del amor y la voluntad de progresar a pesar de todas sus necesidades: “Quizá para que yo pudiese modificar en mi vida ese origen brutal o para que por fin algo se enderezara y pudiese transmitirle a mis niñas las bondades de armar una buena pareja”.
La narradora también reflexiona sobre la existencia del ser humano y la trascendencia religiosa a la que nos aferramos por el miedo a la muerte, las dificultades y a veces a penurias irreparables: “El consuelo estaba en Dios. Pero Dios me había abandonado”.
Berta cuenta que se casó tres veces y que Tonio, un chofer al que quiso conocer, fue a hablar con su padre. Y el padre dijo que sería un honor que una familia bien, de gringos, una familia que hacía años estaba afincada en el pueblo se casara con su hija. La protagonista se casó tres veces, como le anticipara el vidente y enviudó dos. Pero siempre estuvo enamorada de Ángel, un amor prohibido. Con su marido Iraklis viajó a Grecia. Un hombre de negocios que compraba la carne en la Argentina y la vendía en Grecia y en otros países de Europa. Pero el proyecto mayor era hacer un gran frigorífico en Neuquén. Berta logra trabajar en la embajada argentina en Grecia y, por momentos, es feliz. “¡Y el mar! ¡Ese incomparable mar! Cada ola que llegaba hasta la playa me recordaba lo felices que éramos”. Pero Irakis murió y se casó con Nikolau, con quien no le fue fácil vivir. “Era un hombre musulmán. Las mujeres debían estar bajo sus órdenes y hacer lo que se les indicaba. Así fue criado. Su familia había venido de Estambul”.
En el final, la narradora protagonista vuelve a su pueblo, ya es una gran ciudad, se reencuentra con familiares y amigos y les dice que tiene ganas de contar la historia de su vida para que otras personas pudieran salir adelante y que hacía mucho que había desistido de escribirla. Esperaba que alguien pudiera hacerlo. Un sueño hecho realidad.
La escritora Patricia Severin en este libro, y en el resto de sus textos, demuestra que su literatura tiene disparadores reales que sabe convertirlos en ficción. Maneja con acierto los recursos literarios con un lenguaje preciso, ágil, por momentos coloquial y a la vez profundo.

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