La poesía subsistió a través de los siglos, al principio en forma oral y luego escrita. Han variado las distintas maneras de escribirla. Hasta comienzos e incluso mediados del siglo XX no se concebía un poema que no tuviera métrica y rima. Los sonetos eran un ejercicio de matemáticas. El surrealismo rompió con esas formas, plasmando imágenes del inconsciente, en una versificación libre. El verso era metáfora que escondía el amor, la muerte, la desdicha y la felicidad entre otros temas. En la actualidad, ha surgido una poesía de ruptura por llamarla de alguna manera que narra historias, generalmente autorreferenciales. Es una poesía que convive con el relato. Tiene una capacidad para sostener la intensidad, es coloquial, con un lenguaje de este tiempo.
Vayamos a conocer la nieve, de Lucia De Leone, editado por Caleta Olivia (2024) es una muestra de la poesía de ruptura. Son poemas introspectivos, mini historias, algunas veces narradas con un registro oral: Entonces me llevo el plato a su lado y sentada en la alfombra le pido que a mis 15 vayamos a conocer la nieve.
La urgencia de Alejandra Pizarnik es lo existencial. Qué hacer con la angustia. Trabaja con el afuera y el adentro. En la desnudez del alma, está su espíritu y su esencia. En el caso de la autora de este poemario, en algunos versos, su esencia se revela en una angustia, descripta en forma tajante y directa: Mis piernas son llagas: cuentan eso que se atraganta en la laringe. Lo interno, lo cotidiano, da paso a una tragedia colectiva. Mediodía de domingo, en el living, improvisaron una mesa para comer todos juntos las pastas. Pusieron la tele. Qué susto me daba la música esa que anunciaba lo que decían que pasaba en las islas.
No hay un tema central que atreviese el texto, sí, emociones sueltas, recuerdos, amores, orfandad, precipicios, que no están escondidos en artilugios, ni en falsas metáforas. Hay una voz, un estilo, una ilación, por momentos invisible o sujeta al descubrimiento del lector, lo que enriquece este libro. Me prometí, me aseguré, si mi papá se moría, también, yo me hacía hueco, en el cajón.
Las instituciones están presentes desde las frases de bosta del cura y la Iglesia condena. No se habla en este libro del perdón divino, tan común en el catolicismo, al igual que los abusos y violaciones, como ocurre en el campo, donde el delito no cuenta, sobre todo el que padecen las mujeres. Sí, la autora menciona un dios en el que no cree.
Hay también un acercarse a la literatura desde la literatura. No es una tarde cualquiera, no es sólo un sitio con mar. Yo que me debatía Victoria Sara, Salvadora Alfonsina, que descentré las pampas, y lloré a la Néfer, quise ser la China, a veces Beya, las que se hacen fuego si quieren, supe en un momento.
Hay poemas que se nos presentan como un rezo o como un conjuro. En el caso de Vayamos a conocer la nieve, las palabras conservan el vínculo de la oralidad. El lenguaje es tan o más importante que lo dicho. Lo dicho generalmente trasciende el verso, se ovilla y se desata en una imaginación subjetiva, que acarrea sentimientos y no importa hacerse entender.
Por momentos, nos encontramos con una poesía delicada y en otros con la dureza de un César Vallejo. Hay una verdadera impronta con lo sensorial. La autora escribe desde el lugar de la pérdida, de la derrota, pero también desde la esperanza: Detrás del túnel, veo ruta, hay playa, es campo, o es ciudad. Igual al cielo, le dicen cielo, y el mar, siempre es el mar.
De Leone describe situaciones, enumera, reflexiona e incluso se indaga, aunque que tenga que roer el hueso, devorar su carne y desatar su furia. ¿Cómo es que ya no me hablás más? ¿En qué momento tu cuerpo se hizo un ovillo? ¿De qué está hecha tu tierra? Mientras tanto el viento se enfurece con mi pelo.
Estos poemas parecen escritos entre el sueño y la vigilia. Son un viaje onírico que conduce a todas partes y a ninguna. Es el lector quien le dará el rumbo si es que lo encuentra. Este es uno de los logros de estos poemas donde el ensueño escribe, siente y logra emocionar.
Lucía De Leone es doctora en Letras (UBA), profesora en UBA y UNA e investigadora del CONICET (sede: Instituto de Investigaciones de Estudios de Género). Es especialista en Sara Gallardo y editó los libros Escrito en el viento (UBA, 2013, con Paula Bertúa), Macaneos (Winograd, 2015), Los oficios (Excursiones, 2018) y Vivir de viaje (FCE, 2022). Publicó Mujeres Faro (El Ateneo, 2021) y codirigió el tomo del siglo XXI de la Historia feminista de la literatura argentina (EDUVIM, 2020). Recuperó parte de la obra de Salvadora Medina Onrubia: Almafuerte y El libro humilde y doliente (2014) y Poesía reunida (2024, Buena Vista, con Enzo Cárcano).